jueves, 14 de noviembre de 2013

Y algo mas

Sócrates (469 – 399 a.C.) a diferencia de los sofistas no cobraba y era ateniense. Su método de enseñanza era el diálogo y en realidad no creía ser portador del saber, por el contrario hace suya la frase del Oráculo de Delfos, sólo sé que no sé nada. Además no dejó escritos propios y todo lo que nos ha llegado de él ha sido a través de sus discípulos, principalmente Platón.
No le interesaba la naturaleza ya que pensaba que no se podía extraer un conocimiento de ella, tal y como demostraba la diversidad de teorías de los presocráticos.
Este rechazo generalizado al mundo físico, implica al mismo tiempo, el menosprecio por el conocimiento empírico y del propio cuerpo. De esta forma, Sócrates se preocupa por el hombre y la sociedad. Según él, la areté, es decir la virtud, consiste en obtener conocimiento a partir de la propia alma, por lo tanto el saber es virtud.
Sócrates no pretende transmitir contenidos, sino establecer un método para pensar y poder diferenciar entre verdad y falsedad. Explica que el verdadero conocimiento se encuentra en el interior del alma humana, presentes como ideas innatas las cuales aparecen inseparables de la razón. Estas ideas son verdaderas, porque son universales, es decir que todos las tenemos, y necesarias, ya que no admiten crítica al ajustarse a la racionalidad.
Para él, el conocimiento consiste en deshacerse de las ideas adquiridas y convencionales que impone la sociedad para encontrar en el alma, las verdaderas ideas, es decir, pensar por uno mismo. Para conseguir esto, Sócrates crea un método que se lleva a cabo mediante el diálogo.
El primer paso del método socrático es la ironía, que consiste en reconocer la propia ignorancia. En este primer momento, Sócrates hace entrar en contradicción a su interlocutor, haciéndole reconocer que lo que sabe es una mera convención. El segundo paso de este método se llama mayéutica, en este paso se consigue descubrir la verdad, aletheia, mediante el diálogo. Finalmente se llega al paso de la definición, donde se encuentra una verdad universal y necesaria.
Además, Sócrates pensaba que era muy importante la vida en la polis. Para él, nadie podía conseguir la felicidad en otra ciudad que no sea la suya, y a pesar de la convencionalidad de las leyes, creía que era necesario respetarlas y obedecerlas ya que esto conserva el orden. Por otra parte, Sócrates cree que quien conoce el bien, no actuará mal, por eso, la educación es básica y la búsqueda del saber todavía más

Frases



Frases de SOCRATES

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El amigo ha de ser como el dinero, que antes de necesitarlo, se sabe el valor que tiene.
Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena. La felicidad la hace solamente uno mismo con la buena conducta.
Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros.
La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia.
Habla para que yo te conozca.
Las almas ruines sólo se dejan conquistar con presentes.
Cuatro características corresponden al juez: Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.
El orgullo engendra al tirano. El orgullo, cuando inútilmente ha llegado a acumular imprudencias y excesos, remontándose sobre el más alto pináculo, se precipita en un abismo de males, del que no hay posibilidad de salir.
Un hombre desenfrenado no puede inspirar afecto; es insociable y cierra la puerta a la amistad.
Yo sólo sé que no sé nada.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Biografia de socrates


(Atenas, 470 a.C.-id., 399 a.C) Filósofo griego. Fue hijo de una comadrona, Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de Sócrates, aparte de que participó como soldado de infantería en las batallas de Samos (440), Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422). Fue amigo de Aritias y de Alcibíades, al que salvó la vida.
La mayor parte de cuanto se sabe sobre él procede de tres contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el filósofo Platón. El primero retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la virtud, pero con una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, Las nubes (423), donde se le identifica con los demás sofistas y es caricaturizado como engañoso artista del discurso.
Estos dos testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en ocasiones excesivamente idealizada, aun cuando se considera que posiblemente sea la más justa.
Se tiene por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la actividad del marido y propensa a comportarse de una manera brutal y soez.
En cuanto a su apariencia, siempre se describe a Sócrates como un hombre rechoncho, con un vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, del mismo modo que se le atribuye también un aspecto desaliñado. Sócrates se habría dedicado a deambular por las plazas y los mercados de Atenas, donde tomaba a las gentes del común (mercaderes, campesinos o artesanos) como interlocutores para someterlas a largos interrogatorios.
Este comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza, la mayéutica, que él comparaba al arte que ejerció su madre: se trataba de llevar a un interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como alojada ya en su alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo proponía una serie de preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible reconocer si las opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un verdadero conocimiento.
Con su conducta, Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de inestabilidad en que se hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso, acabaron por considerar que su amistad era peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o Critias; oficialmente acusado de impiedad y de corromper a la juventud, fue condenado a beber cicuta después de que, en su defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos que se le imputaban. Según relata Platón en la apología que dejó de su maestro, éste pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir, pues como ciudadano se sentía obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en en algún caso, como el suyo, fuera injusta. Peor habría sido la ausencia de ley.