(...) Es
más largo de contar, pero, con todo, te lo diré Sócrates. Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y,
entre otros, estaba también Poros, el
hijo de Metis. Después que terminaron de comer, vino a mendigar Penía, como era de esperar en una ocasión
festiva, y estaba cerca de la puerta.
Mientras, Poros, embriagado de néctar -pues aún no había vino-, entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la
embriaguez, se durmió. Entonces Penía,
maquinando, impulsada por su carencia de recursos, hacerse un hijo de Poros, se acuesta a su lado y concibió a Eros.
Por esta razón, precisamente, es Eros
también acompañante y escudero de Afrodita, al ser engendrado en la fiesta del nacimiento de la diosa y al ser, a
la vez, por naturaleza un amante de lo
bello, dado que también Afrodita es bella. Siendo hijo, pues, de Poros y Penía, Eros se ha quedado con las siguientes
características. En primer lugar, es
siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es más bien duro y seco, descalzo y sin casa,
duerme siempre en el suelo y descubierto,
se acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre inseparable de la
indigencia por tener la naturaleza de su
madre. Pero, por otra parte, de acuerdo a la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo
bueno; es valiente, audaz y activo, hábil
cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, un amante del conocimiento a lo
largo de toda su vida, un formidable
mago, hechicero y sofista. No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que en el mismo día unas veces
florece y vive, cuando está en la abundancia,
y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue
siempre se le escapa, de suerte que Eros
nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia. Pues la
cosa es como sigue: ninguno de los
dioses ama la sabiduría ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio.
Por otro lado, los ignorantes ni aman la
sabiduría ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa molesta: en que no siendo
uno ni bello, ni bueno, ni inteligente
pueda parecerle que sí lo es suficientemente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que
no cree necesitar.
- ¿Quiénes son, Diotima, entonces, los que
aman la sabiduría, si no son ni los sabios
ni los ignorantes?
-
Hasta para un niño es ya evidente que son los que están en medio de estos dos, entre los cuales estará también Eros. La
sabiduría, en efecto, es una de las
cosas más bellas y Eros es amor de lo bello, de modo que Eros es necesariamente amante de la sabiduría, y por
ser amante de la sabiduría está, por tanto, en medio del sabio y del ignorante.
Y la causa de esto es también su
nacimiento, ya que es hijo de un padre sabio y rico en recursos y de una madre no sabía e indigente. Ésta es, pues,
querido Sócrates, la naturaleza de este
demon. Pero, en cuanto a lo que tú pensaste que era Eros, no hay nada sorprendente en ello. Tú creíste, según me
parece deducirlo de lo que dices, que
Eros era lo amado y no lo que ama. Por esta razón, me imagino, te parecía Eros totalmente bello, pues lo que es
susceptible de ser amado es también lo
verdaderamente bello, delicado, perfecto y digno de ser tenido por dichoso, mientras que lo que ama tiene un
carácter diferente, tal como yo lo
describí.
Platón,
Banquete, 201e-204c
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